El bullicioso Viejo de Veracruz

Por Gisela Uscanga

Veracruz, Ver.-Es una tradición muy veracruzana y por ende es alegre, bulliciosa, acompañada de cánticos y cohetes y es la quema del “viejo”, que representa la despedida del año que se acaba, dejando atrás lo todo lo malo del año que termina, pero al mismo tiempo como un ritual para dar la bienvenida al año que inicia.

Aunque su origen no es precisamente la representación de la alegría. El historiador Ricardo Cañas narra que todo comenzó en la ciudad de Veracruz en el siglo XIX, que tiene inicio una protesta de trabajadores de la aduana, del antiguo muelle.

Los carretilleros, los cargadores de la aduana no recibían nada de fin de año y veían como los directivos de la vieja aduana, se repartían lo poco que quedaba en el recinto portuario que se quedaba olvidado, pues nadie lo reclamaba.

Esto causó molestia de un señor apellidado Budril que vivía en el patio del Panamericanos, lo hoy son las calles de Hidalgo y Arista. El señor salía a hacer ruido a las de los directivos a pedirles que les dieran algo. Este hecho ocasionó lo metieran a la cárcel.

Esta situación originó que sus compañeros salieran a las calles a pedir dinero para poder sacarlo de la cárcel. Y este suceso originó una tradición que año con año, se realiza en las calles de muchos pueblos de la entidad veracruzana.

Unos días antes del fin de año, las familias fabrican un muñeco y en su interior, en su estómago, mezclan papel, trapo, hojas de plátano secas y cohetes pirotécnicos. A este viejo, lo visten con harapos, pantalón, camisa, zapatos, paliacate, sombrero y casi siempre se le coloca en los labios un puro o un cigarro.

El 28 de diciembre se sienta al viejo frente a las casas con una lata y un letrero que dice: “una limosna para este pobre viejo que ha dejado hijos para el año nuevo”.

El viejo queda sentado a la puerta del hogar, esperando la misericordia de quienes pasan por allí, pero su espera acaba a las 12 de la noche del 31 de diciembre, pero antes se realiza el paseo del viejo.

Las personas, niños y adultos, como si fuera una procesión, lo pasean por las calles ya sea sentado en una silla o, incluso, algún miembro de la familia o amigo, se personifica como el viejo, mientras realizan sus comparsas, que consiste en bailar al son de jaraneros, músicos y una lata donde depositan el dinero que sus vecinos les dan; el séquito también incluye a una viuda embarazada, la madre del año nuevo.

El fandango que cantan es algo así:
Una limosna para este pobre viejo
que ha dejado hijos
para el año nuevo.
A don Ferruco
lo vamos a quemar,
porque los villistas
lo quieren matar.
Ya se va el viejo
muriéndose de risa
porque esta noche
lo vuelven ceniza.

Tras el término del ritual, justo a la media noche, el viejo se lleva a mitad de la calle y se le prende fuego, que termina hecho cenizas por la serie de cohetes que yacían en sus tripas.

Esa noche, en varias calles de los pueblos la pirotecnia y el bullicio de la gente se hacen uno. Miran al viejo quemar, miran que el año terminó, pero con esperanzas renovadas de que otro año inicia y será mejor que el anterior.

Esta tradición se ha extendido a otros estados como Oaxaca, Chiapas, Yucatán y Tabasco, en donde se representa con algunas variantes.

Así que, si llegas a encontrarte al pobre viejo sentado en la silla, únete a la comparsa y vive la experiencia de una usanza que jamás olvidarás.

 

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